Cuando uno se dedica a hacer
este tipo de trabajo, el de enseñar, el de participar en el proceso de
educación del otro. Y además sabes que esta dedicación tiene grandes y graves
implicaciones, es casi imposible no hacerse algunas preguntas a lo largo del camino:
¿Qué estamos haciendo? ¿Estamos haciendo lo correcto? ¿A dónde nos lleva, o
sobre todo, a dónde ha de llevar al estudiante?
El que está en esto de la
educación y en especial, en la docencia, y nunca ha cuestionado su desempeño,
no ha puesto en tela de juicio su labor o no ha dudado de su eficiencia y su
eficacia; debería percatarse de que ha estado ignorando lo muy bueno que ha
sido o lo muy malo que ha sido su trabajo. Y en ambos casos, esto sería igual
de patético.
Ser educador, ser docente, es un
reto que exige mucha lucha, mucha preparación, mucho temple, mucho virtuosismo y
mucha autocrítica. Ser un docente normal en cualquier colegio, escuela,
institución o liceo, es un trabajo arduo y honorable. Ser docente en El Calasanz,
es, o debería ser, algo más, debería representar un reto mayor. Evangelizar
educando, enseñar las letras con piedad, enseñar la piedad desde las letras,
ser cooperador de la verdad, ser copartícipe de la educación de los más
necesitados, practicar la paciencia, la humildad y el amor; estoy completamente
segura de que no ha de ser nada sencillo.
Vivimos en una época en la que
el amor es cosa fácil, volátil, es una transacción o un asunto de suerte no
más, y hasta viene con fecha de vencimiento, Vivimos en una época en la que la
paciencia es un defecto que hay que corregir, la espera es una práctica
inaudita, “es ahora o nunca”, “es para ayer”, la velocidad es un verdadero
valor. Ser humilde es ser menos, es ser feo, la humildad no se entiende y está
fuera de moda. Es que vivimos en una época en que la verdad y la mentira se
truecan a conveniencia, el realismo mágico deja de ser literatura y se vuelve
realidad; la mentira se hace verdad y nadie cree ni defiende la verdad. Dios es
apenas una interjección y la enseñanza tan sólo es un trabajo que se justifica
con un quince y último. Hoy en día el conocimiento no parece ser lo importante,
la preparación académica está subvalorada, el recto proceder es desestimado, el
trato afectuoso y respetuoso se confunde con lo chabacano, lo vulgar y lo
ofensivo. Si hablas (más o menos) bien, (casi) nadie te entiende. La vida de
los grandes héroes es incontrastable. En la actualidad impera la ley del mínimo
esfuerzo y la inmediatez.
Cómo; desde esta realidad; se llegaría a comprender las aguerridas
luchas; la necesidad de grandes ideales, de metas y objetivos. Si les pedimos a
nuestros chicos que miren hacia el horizonte, a muchos de ellos le veríamos
mover sus ojos en todas direcciones buscándolo infructuosamente y otros
simplemente ni se molestarían, ¿cómo han de mirar algo que no existe?
La realidad de este hoy
precario, austero, indiferente e
indolente obliga a asumir el reto con mayor fuerza y determinación.
Independientemente de qué tan adolecida haya sido cada una de las etapas
anteriores, aunque suela decirse y escucharse con más frecuencia de la que se
debería, que toda época pasada fue mejor, es seguro que aquellas realidades
también llamaron al cuestionamiento, a la reflexión y a la necesidad de cambiar
y de promover cambios. El desafío actual
es más comprometido y exigente, no tanto por el desbarajuste de las leyes y la
justicia, o por la corrosión de los valores, o por el comportamiento autómata
de hombres y mujeres o por la erosión de los más puros sentimientos y del mismo
Dios. Es, sin duda, mucho más arduo
porque el desgano, el conformismo, la mediocridad, la apatía, la ignorancia, el
irrespeto, la incomunicación; se nos presentan como un virus altamente
contagioso, que se adquiere por cercanía y por contacto. Amenazan con ser los nuevos
valores de la sociedad actual. Situación que antes no se veía con tan
apremiante peligrosidad.
Los que hemos adoptado el
ideario calasancio como filosofía, no sólo de trabajo, también de vida; nos
atrevemos a vivir y trabajar en este mundo sin ser de este mundo. Los que, por
lo menos, intentamos practicar la doctrina calasancia creemos que sí es posible
cambiar el mundo, (si logramos cambiar el nuestro). Los que amamos este trabajo
y no lo dejamos por nada de este mundo, deseamos hacer la diferencia sin temor
a ser minoría. Los que asumimos la educación, la docencia, como algo más, no
nos conformamos con los objetivos del programa, el aula se nos hace pequeña y
la nota no nos dice mucho.
El que llega a los predios de
Calasanz, si quiere y puede se deja impregnar de sus ideales, de su pedagogía,
de su amor a los niños y de su amor a Dios. Llega a entender que el colegio es
también escuela para los docentes. Si el alumno Calasanz, es especial y único,
el docente Calasanz, no será menos.
Los hombres y las mujeres, hijos
de Calasanz, que vuelven a ésta siempre su casa (a su colegio), no sólo vienen
en busca de recuerdos, no sólo vienen con ánimo de (re)encuentro. Vienen a
verse en quienes contribuimos, durante
12 años de su vida, a forjar sus mentes, sus cuerpos y sus corazones. Vienen a
buscar a los coautores de aquel presente, que ya hoy es pasado y de aquel
futuro, que ya hoy es presente. Vienen a echarnos en cara el fruto madurado de
nuestro esfuerzo. En ellos (queridos exalumnos) vemos si valió o no valió la
pena nuestro trabajo. Ellos son la mejor motivación para continuar con nuestra
labor, que por un lado podrá seguir siendo igual que siempre y que por el otro
será siempre renovada.
En nuestros exalumnos se va
haciendo realidad el sueño de Calasanz, en nuestros exalumnos pervive el
ideario Calasanz, a través de nuestros exalumnos se promueve un estilo de vida,
en nuestros exalumnos tenemos a los aliados en esta lucha contra los grandes
males de la sociedad actual, en nuestros exalumnos hemos de ver a los hombres y
mujeres que alguna vez quisimos ayudar a formar.
La lucha de hoy ha de ser para
no perder de vista el horizonte, para no desviarnos en el camino, para no
dejarnos llevar por los falsos atractivos de la época actual, para mantenernos
firmes en Dios y en Calasanz, para ser Cooperadores de la Verdad, con humildad,
con paciencia y con amor. Para que siempre veamos a nuestros exalumnos regresar
a su casa sintiéndose completamente orgullosos y privilegiados de haber
recibido a través de nosotros las enseñanzas de Calasanz.
14 de junio de 2009
En la Edición Especial: Exalumnos de
LA NUEVA GENERACIÓN. Año VIII
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