Demasiado asturiano para ser venezolano.
Demasiado venezolano para ser asturiano.
Su filosofía de vida: el trabajo.
Su orgullo, sus hijos.
Su tiempo: trabajo e hijos.
Fin de vida: todo lo que hacen y quieren hacer sus
hijos.
Lugares preferidos: la oficina, el taller, la
hamaca, la montaña y la barra de algún bar, tasca o taberna.
Cual caballero andante, siempre cabal y
cumplido, pero nunca barbado.
La
palabra dada es inquebrantable, que sumada a un fuerte apretón de manos,
significa trato cerrado, seguro y duradero.
Como
comerciante, malo para la venta, no tanto así para la cobranza, no perdona
ningún tipo de deuda.
Como
trabajador, intachable, puntual, abnegado y esforzado, no tan doblegado a los
intereses de dueños ni jefes.
Como
empresario, comprensivo y amigable, aunque el cliente pocas veces tiene la
razón y el salario justo es el que él impone.
Como
padre, ejemplar, exigente, rudo, firme, protector y benefactor. Como padre, no
hay peros.
A los
seis años deja la escuela y deja la infancia para ser el hombre de la casa y
contribuir con el sustento de la familia.
Aprendió de todo y a hacer de todo.
En la marina aprende de cocina.
Ya
hombre deja su patria, deja su pasado y deja su ralea. Para hacer su presente,
para echar raíces en esta tierra, encontrar su hogar y su verdadera familia.
En su
destierro voluntario es alfarero, constructor, mecánico, chofer, repartidor de
colchones, fabricante, comerciante, hasta ganadero y agricultor.
Siempre con buen apetito y gran bebedor.
Nunca necesitó más compañía que la de su mujer y sus
hijos.
No tiene amigos ni más familia.
Sus otrora parientes y familiares son ahora, apenas, conocidos
por consanguinidad.
Amante del fútbol.
Y más amante del buen fútbol que jugaban sus hijos.
Verlos jugar en la cancha es su mejor recuerdo.
Buen lector, aunque no tan ávido.
Sus autores: Cervantes y Julio Verne.
Su libro de cabecera: Don Quijote.
No
necesita de sus manos para la pelea, con su voz y su palabra combate, discrepa;
profiriendo sentencias contundentes, desafiantes y aplastantes.
No
necesita de sus manos para el castigo ni para la reprimenda. Con su voz y su
palabra forma y reforma; profiriendo sentencias modeladoras.
Nunca
fue niño, siempre ha sido hombre y sabio.
Nunca
fue hombre débil. Siempre ha sido fuerte y valiente, porque siempre ha sabido
enfrentar y vencer sus miedos.
Nunca
ha renunciado a nada, siempre ha alcanzado sus metas y ha logrado sus
objetivos.
Nunca
ha sido hombre ambicioso. Siempre triunfador y exitoso, porque ha logrado tener
más de lo que nunca jamás creyó que tendría y al darse cuenta de ello, supo
detenerse y simplemente no quiso ir más allá.
No es
hombre que sepa amar, es más bien, hombre que ama.
No es
hombre de grandes ideales, es más bien, hombre de ideas y de visiones, es un
pensador.
No es
hombre que sepa compartir, ni convivir, es más bien, hombre de grandes y
profundas soledades.
No es
un hombre soñador, es más bien, constructor de sueños.
No es
un hombre conversador, es más bien, hombre que sabe decir la palabra justa y
necesaria, y sobre todo, hombre que sabe callar.
No es
hombre creyente, es más bien, hombre de hechos y de dudas, hombre que sólo sabe
creer en sí mismo.
Amante
del silencio. Admirador de la intelectualidad. Valora la cortesía, la buena
educación y la laboriosidad.
Su
soberbia es tal, que no le perdona a Dios el haberle quitado a su primogénito.
Su lidia con el supremo halló descanso gracias a la trampa del olvido. (Mi
viejo cuando recuerda a su hijo mayor olvida que ya murió).
Hombre que dio vida a dos hombres más y a una mujer.
Hombre que alcanzó a volar en sus sueños.
Hombre de poco juego, de pocas sonrisas.
Hombre siempre en movimiento, haciendo caminos.
Hombre de buena estrella (no de tan buena suerte).
Hombre
fuerte, poderoso: todo lo puede, todo lo sabe, todo lo arregla, todo lo
soluciona.
Hombre de empuje, emprendedor, pionero.
Hombre de trabajo y familia.
Hombre luchador y peleador.
Hombre de carácter y de mal carácter.
Hombre de ojos grises y cabello cano.
Hombre de brazos portentosos.
Hombre
que en algún momento de su vida sólo quiso envejecer y morir con dignidad.
Hombre a quien la vida embaucó, y aún así continúa
aferrado a ella.
Hombre que se pierde en el olvido y en la soledad.
Hombre que se entrega al descanso que jamás en su
vida tuvo.
Hombre que vive sin vivir.
Hombre que muere sin morir.
Este
hombre es mi padre: Antonio Alfredo
Carrera Torres. Él me enseñó a ser mujer y enseñó a mis hermanos: Antonio José Y Ramón José, a ser
verdaderos Hombres.
Doy
gracias a Dios por rodearme de tres hombres maravillosos y bendecirme al
hacerme madre del cuarto hombre de mi vida.
Feliz
día del padre a todos aquellos que honran su vida y la vida de otros siendo
verdaderos HOMBRES!
Domingo, 21 de junio de 2009
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