He aprendido que por más que ame a una persona, no necesariamente esa
persona ha de amarme.
He aprendido que por más que siempre diga la verdad, no siempre he de
escucharla.
He aprendido que no por mucho
recibir, he de sentirme satisfecha.
He aprendido que no por obrar bien, cumplir con mi deber y actuar con
conciencia, he de recibir méritos, estimaciones y justicia.
He aprendido que no por estar
rodeada de personas, he de sentirme acompañada.
He aprendido que no por hablar
mucho, he de comunicar lo que siento y he de ser escuchada.
He aprendido que por más que sueñe y desee algo, no siempre he de tenerlo.
He aprendido que por más que rechace y huya de algo (o de alguien), no
siempre lograré estar fuera de su
alcance.
He aprendido que no por mucho trabajar, he de hacer mucho.
He aprendido que no por llegar muy
temprano, he de llegar a tiempo.
He aprendido que no por esperar
mucho, ha de llegar lo que ha de llegar.
He aprendido que por más fiel que
sea a mí misma y a los demás; alguien, tarde o temprano, me traicionará.
He aprendido que por muchos amigos
que tenga o por muy buenos amigos que seamos, no necesariamente he de saber lo
que es la amistad.
He aprendido que no por reír mucho,
he de sentirme feliz.
He aprendido que no por llorar
mucho, he de sentirme triste.
He aprendido que no por tener
muchos problemas, mi vida perderá sentido.
He aprendido que no por resolver
mis problemas, la vida adquiere sentido.
He aprendido que por mucho que haga, no he de hacerlo todo.
He aprendido que por muy abiertos
que estén mis ojos, no necesariamente podré mirar y admirar todo lo que me
rodea.
He aprendido que no por tener oídos
sanos, he de escuchar los gritos y susurros del corazón.
He aprendido que sin importar lo
que haga, siempre obtendré algo a cambio.
He aprendido que por mucha fe que
tenga; la montaña no se moverá, si antes no me muevo yo.
He aprendido que no es suficiente estar vivo para
vivir.
He aprendido que es suficiente vivir una vez y un
instante para pervivir.
He aprendido que basta con una gota de rocío para hacer río, con una
lágrima para hacer mar, con un grano de arena para hacer montaña, con una mano
para ser amigo y con un paso para hacer camino.
He aprendido que basta ser uno
mismo para sentirse bien.
He aprendido que es mucho más difícil
encontrar el amor y la felicidad si los busco fuera de mí.
He aprendido que es mucho más
difícil encontrar el sentido de la vida si me quedo anclada en mí.
He aprendido que a pesar de toda la
grandeza y el poder divino, el milagro verdadero no lo hace Dios, sino el
hombre.
He aprendido que la mente más
lúcida, el pensamiento más lógico y más sabio y el corazón más puro pertenecen
a los niños.
He aprendido que por más años que
sume; no necesariamente sumaré experiencia, conocimiento, sabiduría y madurez.
He aprendido que por mucho que
desee enseñar, por mucho empeño que ponga en ello; mi alumno (mi hijo) ha de
aprender si quiere y puede hacerlo.
He aprendido que de todas las cosas
que enseño, mi alumno (mi hijo) ha de aprender lo que quiera y pueda aprender.
He aprendido que por más que me
prepare para lo que pueda ocurrir, no significa que lograré estar lista
para lo imprevisto.
He aprendido que por más premios y
reconocimientos que reciba, el triunfo realmente dependerá del recorrido y del
esfuerzo gastado en la escarpada.
He aprendido que si me preocupo
mucho por cuánto tengo, corro el riesgo de descuidar el cuánto valgo.
He aprendido que no importa con
cuántos dones me haya bendecido Dios, todos serán inútiles, si no los pongo al
servicio de los demás.
He aprendido que todos somos
necesarios, ninguno indispensable.
He aprendido que por más libros que
lea, la verdad siempre ha de superar a la ficción.
He aprendido que todo pasa y todo
vuelve.
He aprendido que la vida es un
eterno retorno.
He aprendido que la mejor manera de
viajar es con poco equipaje.
He aprendido que nunca habré vivido
lo suficiente. (Y aun así sé que cuando llegue la hora estaré lista)
8 de junio de 2009
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