miércoles, 14 de agosto de 2013

HOMBRE! (17 de agosto de 1930 / 7 de abril de 2010)

Demasiado asturiano para ser venezolano. Demasiado venezolano para ser asturiano. Padre ejemplar, exigente, rudo, firme, protector y benefactor. No necesitó más compañía que la de su mujer y sus hijos. Amante del fútbol. Y más del buen fútbol que solían jugar Antonio y Ramón. No fue niño, siempre hombre y sabio. No fue hombre débil, siempre fuerte y valiente, supo enfrentar y vencer sus miedos. No renunció a nada, siempre alcanzó sus metas y logró sus objetivos. No fue hombre ambicioso, siempre triunfador y exitoso. Hombre puntual, gran bebedor y de buen comer.

Hombre que amó. Hombre de ideas, de visiones. Pensador. Hombre de grandes y profundas soledades. Constructor de sueños. Hombre de pocas palabras. Hombre de hechos y de dudas, Hombre que sólo creyó en sí mismo. Hombre que dio vida a dos Hombres más y a una mujer. Hombre que alcanzó a volar en sus sueños. Hombre de poco juego, de pocas sonrisas. Hombre siempre en movimiento, haciendo caminos. Hombre de buena estrella (no de tan buena suerte). Hombre fuerte, poderoso: todo lo pudo, todo lo supo, todo lo arregló, todo lo solucionó. Hombre de empuje, emprendedor, pionero. Hombre de trabajo y familia. Hombre luchador y peleador. Hombre de carácter y de mal carácter. Hombre de ojos grises y cabello cano. Hombre de brazos portentosos. Hombre que en algún momento de su vida sólo quiso envejecer y morir con dignidad (y así lo hizo). Hombre a quien la vida embaucó, y aún así continuó aferrado a ella. Hombre que se perdió en el olvido y en la soledad. Hombre que se entregó al descanso que jamás en vida tuvo. Hombre que vivió (sus últimos 11 años) sin vivir. Hombre que murió (durante el sueño de la siesta) sin morir.

Este hombre, EL HOMBRE!, es mi padre: Antonio Alfredo Carrera Torres. Él me enseñó a ser mujer y enseñó a mis hermanos: Antonio José Y Ramón José, a ser verdaderos Hombres. De él aprendimos el valor del trabajo, el valor de la palabra empeñada, el amor a la familia y el vivir con dignidad. Nos enseñó que todo lo que ocurre vale la pena: “PEOR SERÍA NO VERLO”. Nos enseñó a avanzar sin mirar hacia atrás. Nos enseñó a ser firmes en nuestras convicciones, a ser fiel a uno mismo. Nos enseñó a mantenernos erguidos. Nos enseñó la fuerza y el poder del conocimiento. Nos enseñó cómo hablar, no qué decir. Nos enseñó a escuchar acallando nuestras inquietudes. Aprendimos de sus palabras, de sus sentimientos y de sus acciones. Siempre puso por delante a su familia y a su trabajo, para él no hubo nada más.

El 7 de abril durante el sueño de la siesta  se dejó ir, poco quedaba de él y Dios se aprovechó de esto y de su hora sagrada. Fiel cumplidor del obligado reposo después de un pródigo almuerzo. No hubo un día de su vida que no cumpliera con esta rutina. Se fue sereno, se fue en paz consigo mismo y con el mundo. Sólo se fue. Sin despedidas, no le gustaban. Sin avisar, como tantas veces partió a sus viajes de trabajo. Sin equipaje, siempre ligero de cargas y desapegado de lo banal. Dueño de su vida y de su muerte. Hombre que supo vivir y supo morir.

A partir del 7 de abril, el cielo es un mejor lugar y Dios cuenta con el más pertinaz de todos los ángeles que haya podido tener jamás.


A partir del 7 de abril, el cielo es un gran campo de fútbol, donde se libra el mejor de todos los encuentros. Va un hábil delantero corriendo contra el viento tras el balón, juega con pasión sin importarle nada más, es el dueño del campo. Es el centro de atención de un padre orgulloso que lo mira y se deleita con su juego. Los Antonios, el hijo, el primogénito y el padre, viven, vivieron y seguirán viviendo, incluso antes y después del límites de nuestras memorias. 


Durante la última Navidad que El HOMBRE pasó con nosotros, diciembre 2009. Esta foto, para mí, es una joya, un tesoro no hallado, mi hijo disfrutando de la Navidad junto a sus abuelos.

De esta manera quiero agradecer a todos los que con su presencia nos acompañaron y acompañan en nuestro dolor, a todos los que con sus llamadas, mensajes de textos, correos; fortalecieron y fortalecen nuestro espíritu. Gracias a todos por estar con nosotros. Y muy especialmente, gracias a los que quisieron, admiraron y ayudaron a papá a lo largo de su vida y más en estos últimos once años. 

20 de abril de 2010

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