Tiempo fundido o fondue de queso
El tiempo pasa, se va, se
acaba… Es un círculo, un eterno retorno… Vuelve…
Qué pasa, qué vuelve y qué se acaba…
Tal vez dependa de la
memoria, de esa capacidad de hacer permanente los hechos, las cosas y las
personas. Todo lo que ya ha sido, que ha llenado espacios dándole significado,
lo que fue en el pasado y vuelve a ser presente traído por el recuerdo. La
comparación más simple y un tanto burda, sería la de afirmar que contamos con
una suerte de álbum fotográfico mental, que archiva imágenes más o menos
nítidas, más o menos agradables, más o
menos fieles, algunas con movimiento como videos, con algunas nos
topamos queriendo y con otras sin querer.
Es tan efectiva nuestra memoria, que sigue activa aun cuando dormimos,
mostrándonos imágenes absurdas, fantásticas, verdaderas historias que algunos
no logramos recordar estando despiertos, mientras otros logran recordarlas
recreándolas en historias verdaderas.
El contenido de los sueños
es la memoria dentro de la memoria, es el recuerdo que a veces es imposible de
recordar estando despierto. Recuerdos oscuros, no vividos conscientemente, o
tal vez sí, en todo caso resultan impenetrables.
Lo que se va, pasa, se
acaba y viene, para irse otra vez y regresar permanentemente son los recuerdos
en la memoria de lo vivido y no vivido. Lo que permanece a pesar de nosotros.
Hay tantas cosas que ya no
recuerdo ni queriendo, tantas cosas que he decidido no recordar, tantas cosas
que recuerdo sin hacer el menor esfuerzo.
Nuestra memoria es como
las cajas chinas.
Incluso en nuestra memoria
hay imágenes de lo que está por venir, cosas, personas, hechos de los que no
sabemos ni logramos reconocer hasta que llegan y ocurren. No hablo de
premoniciones ni predestinación, hablo de que somos increíblemente perceptivos
e irremediablemente limitados por nuestro miedo a lo desconocido. Nunca he sido
capaz de contar en voz alta, ni de escribir (antes de hoy), que insistentemente venían, a mi memoria de niña, imágenes recreando la futura muerte de mis familiares.
El tiempo pasa, las
personas se van, la memoria se acaba. Lo que perdura está allí, ha estado
siempre, marcado con las huellas de quienes hemos transitado por allí. Lo
eterno es, y será siempre, incluso antes y después del límite de nuestras
memorias.
Cuando comprendemos lo que
verdaderamente persiste con el pasar del tiempo. Cuando nos maravillamos ante
lo eterno reconociéndolo en el background de lo que se escurre entre las
rendijas del minutero. Cuando aceptamos lo prescindible que somos y nos
valoramos como seres necesarios. Cuando tus seres queridos parten, simplemente
porque llegó su hora. Logras entender desde la paz, las distancias, las
despedidas, las soledades, los desamores. Y, por supuesto, aprendes a vivir con
mayor profundidad, sin prisa y sin pausa, los apegos, las bienvenidas, las
compañías y los amores.
En mi casa hay cinco
chaguaramos que apuntan alto al cielo, al entrar a mi calle, levanto la mirada
y es lo primero que veo. Un chaguaramo por cada integrante de mi casa. Es la
vida de mi casa que persiste. Entre los cinco árboles erectos, mi casa se hace
pequeña. Y con los recuerdos del quinteto se hace gigante. Son más que árboles
y más que un espacio, lo que en ellos pervive se irá conmigo a donde yo vaya y
yo me quedaré allí por siempre. No me ata, al contrario, me libera. Es un
espacio que no ha cambiado mucho, sin embargo mis ojos lo han visto y lo ven
diferente a cada instante. Cada vez que me siento en el mueble de cuero negro a
tomar café me percato de mis mudanzas.
Extrañar no me inquieta.
Amar no me duele. No cuento las horas ni los días. Soy dueña de mi tiempo y de
mi espacio. He vivido (y vivo) lo que he querido y como he querido. No hay
distancia cuando de por medio hay afectos sinceros. La soledad no es ausencia.
Las despedidas son necesarias.
Ya no temo entrar a mi
casa vacía.
Hace tiempo que no uso
relojes.
Entre un reloj y un buen
queso, prefiero fondue de queso
camembert.
Para despedir un año que pasó, al fin, sin despedidas, que logré vivir sin prisas, a buen paso, dejando pasar lo que tiene que irse. Para recibir un nuevo año con todo lo que traiga y dispuesta a dejar ir lo que falta y lo que sobra.
Como siempre, a mi Luis.
30-12-17