La vida de cada uno es como un mar inmenso, cada uno con unas cuantas barcas atracadas, con un tiempo preciso
para desamarrar y emprender viaje. Siempre habrá alguna que parta primero, otra
a la que le toque ver partir y esperar.
De mi vida han partido ya tres barcas, los hombres
de la casa decidieron irse adelante. Como en aquel viaje que hicimos a España.
Quizás fue aquello una cosa premonitoria. Mi padre y mis dos hermanos
viajaron antes, nos esperaron en Madrid. Nosotras, las mujeres, mi mamá y yo,
nos fuimos un poco después. Las dos mujeres, yo apenas con cinco años, solas en
el avión, intentaba sacarle conversación a mi madre, que estaba totalmente
petrificada presa del miedo. Creo que quería tranquilizarla, ella me pedía que
me callara, mientras el avión despegaba, yo me sentía tan feliz y emocionada
porque al fin andaría entre las nubes. Viajábamos para encontrarnos y estar
juntos en unas vacaciones muy diferentes. Recuerdo que ya instalados en un
hotel de Madrid, estando en el cuarto, mis hermanos me dieron un regalo de
bienvenida, una sorpresa, se escondieron debajo de la cama y asomaron un muñeco
absurdo, lo movían como si tuviera vida propia, un perro vaquero amarillo
pollito con pantaloncillo, sombrero y pistoleras azul eléctrico, no sabía si
sentir miedo o agrado. Esos tres hombres escogieron ese regalo para hacerme
sentir bien y mostrarme su alegría por nuestro encuentro. A veces las
elecciones de los hombres puede resultar la cosa más incomprensible.
Hoy se me ocurre, que este tiempo es de espera y de
preparación, voy dándole ánimo a mi mamá mientras disfruto de mi hijo. Hasta
que Viajemos de nuevo, para encontrarnos una vez más y volver a estar juntos en
un tiempo y lugar muy diferentes.
La única vez que soñé con mi padre después de su
muerte, lo vi caminando con paso corto firme y apresurado, así mismo caminó
siempre en su vida. Siempre hacia adelante con la mirada en alto. Es imposible que
esté quieto o descansando. Mis hermanos deben estar poniéndose al día,
escuchando buena música y jugando al fútbol. Mientras nos esperan.
Ya escribió alguna vez Antonio, el más sabio de los
tres, “la vida es irse para regresar y volver a irse, la vida es terminar para
empezar de nuevo y volver a terminar”.
Tal vez la vida no sea mucho más que esto, camino,
viaje y espera.
He vivido este año como un adicto confeso en rehabilitación.
Como un bebé que se inicia en la vida. Si lo superé es porque puedo continuar.
Hoy, no dudaré en traer a mi memoria los mejores recuerdos,
con cada uno reiré, reiré mucho y sin reparos. Tal vez beba, no será whisky
puro con hielo entero, si bebo serán al menos tres frías bien frías. Veré un
juego de futbol. Escucharé buena música, de preferencia el mejor rockandroll. Cantaré,
no bailaré. Ya no tengo con quien conversar, pero recordaré las mejores y más
largas conversas, esas que duraron hasta el amanecer. Estaré al lado de Lourdes.
Seguiré siendo feliz junto con la felicidad de nuestro Luis. Éste será mi mejor
tributo.
Hoy, también es un buen día para agradecer a todos
los que me acompañaron y ayudaron. Vecinos y amigos que hicieron posible que
pudiera enfrentar aquel momento, salir adelante e ir viviendo cada uno de estos
365 días.
La vida ha de poner a mi alcance la mejor forma de
retribuir tanto como he recibido.
Los Carrera somos personas que sabemos vivir, y
hasta ahora los hombres han sabido morir. Nada más ni nada menos, el día del
amor y la amistad, el gran Ramón, el mejor de todos, sigue estando en cada uno
de nosotros.