SITUACIÓN
RELIGIOSA EN 5 APARTADOS
ESTADO:
o
No para mí
o
Creer por deber
o
Creer para ser
o
Aprender a creer
o
Creer y ser feliz
1.
La
religión NO es sagrada, NO es mágica, puede ser una costumbre e impone obligaciones.
Quienes dicen no
creer en la religión, ni en Dios, ni en la Iglesia, ni en los curas; lo hacen
porque:
·
Ven
que las mismas personas que dentro de una Iglesia rezan, se arrodillan y
muestran respeto; son las que fuera de ella hacen lo que quieren y como
quieren.
·
Rezan,
hacen promesas, van a misa; y nada de esto es suficiente para que Dios les
conceda un milagro, porque nada de esto es suficiente para evitar una
desgracia, porque sienten que Dios no los escucha o se ha olvidado de ellos.
·
Tiene
obligaciones absurdas como eso de amar al prójimo como a uno mismo o amarse los
unos a los otros como Dios nos ama.
·
Si
no cumplimos con las leyes, Dios nos castiga, así que lo resolvemos no creyendo
en Dios. Si desconocemos a Dios, desconocemos sus leyes y por lo tanto no
podemos ser castigados.
·
Quienes
son los representantes de Dios y de la Iglesia son hipócritas, corruptos y
pervertidos.
2.
Esta
religión (la del apartado 1) no resuelve los problemas de nadie, al contrario
puede hacer que la persona se hunda más en sus problemas, que los evada, que
busque soluciones por caminos equivocados. Una sociedad con esta concepción de
la religión, es un grupo que podrá avanzar en lo económico, en lo tecnológico y
quién sabe si hasta en lo político, pero en el fondo es una sociedad infantil,
inmadura, supersticiosa. Así como es el pueblo de Macondo en su etapa de falso
progreso. Así como son la mayoría de nuestros países latinoamericanos. Así como
somos en este territorio nuestro que tanto presume de ser patria.
3.
Mi
aprendizaje de la religión es el producto de una mezcla entre una madre
creyente para quien la religión es sagrada, mágica, una obligación social y así
como le teme a Dios, le teme a todo lo demás. Un padre, fervoroso ateo,
creyente sólo en sí mismo. Y un grupo de monjas muy adustas, muy rígidas y
dispuestas a todo con tal de que las leyes divinas y sus propias leyes se
cumplan. De manera que pasé de creer a no creer para volver a creer. De mi
madre aprendí el respeto, la costumbre, el miedo y la magia. De mi padre
aprendí la actitud crítica, la duda y el fervor. De las monjas, sin duda
alguna, la obligación. Luego la vida se encargó de ponerme en situaciones
difíciles y tristes que me ayudaron a fusionar todo eso hasta convertirlo en
una creencia buena, tranquila, que me ayuda a aceptar lo que no entiendo, a
aceptar lo que viene dado y a enfrentar la vida con fortaleza y optimismo.
4.
Estoy
convencida de que los sufrimientos alimentan y fortalecen el alma. Las
dificultades, los obstáculos, ayudan a vivir. Esto es así sólo cuando uno es
capaz de asumirlos como una parte de la vida, cuando logramos entender que así
como las alegrías están ahí para uno, las tristezas están ahí para uno. Y la
vida es y será más, mucho más, que el resultado de la sumatoria de la actitud
que asumamos ante las alegrías y ante las tristezas.
5.
Aprendí
a ser feliz cuando logré estar en paz conmigo misma. Cuando acepté mi vida. Cuando
acepté la muerte de mi hermano mayor. Cuando acepté la muerte. Cuando hallé el
sentido de mi vida. Cuando pude centrarme. Cuando alcancé objetivos. Cuando mis
pasos tuvieron un destino. Aprendí a ser feliz, y aún sigo siéndolo…
Caracas, 31 de octubre de 2011